domingo, 28 de octubre de 2007

PhotoHunt: Pink


Advertencia: hay texto en castellano líneas abajo.

I've been thinking about having this place bilingual, and the opportunity comes reading Raymond's blog. Raymond is the first and only one commentator I have had so far, and today, visiting his blog I found he is participating in the PhotoHunt. I thought it was a good idea, and went to see mypicture files, because I needed to make a connection between my blog's topic: travels and the topic of the contest: theme pictures. So this one is a picture taken this June, in one of my trips to Brattleboro, VT, one of the places has become like home, because I am traveling there since 1999, when I was studying at the School for International Training.

It was the 6th Annual Strolling of the Heifers Parade & Festival. For those of you not familiar with New England towns like Brattleboro, this festival shows the town's spirit. Someone told me that the idea of this festival was to create a parallel to the world-known San Fermín's Fiesta in Pamplona, Spain and in a way it shows the different life style. It is evident that while showing the long tradition of farming in Vermont, in special cattle, you also appreciate the rural, quiet and friendly style of the area. Most of the town people wear clothes with a "cow" topic, but this woman performing udders was quite original!

Bueno, en castellano, aunque no en traducción literal.
El motivo para esta entrada es participar en el PhotoHunt, una idea que acabo de conocer abriendo el blog de Raymond, hasta ahora mi único comentarista। Para participar en esta iniciativa hay que colocar una foto en tu blog que corresponda al tema semanal previamente elegido y luego avisar a la iniciadora de la idea. En mi caso, y para no salirme de mi tema, me tocaba buscar una foto rosada y que fuera al mismo tiempo un buen motivo para hablar de uno de mis viajes.

No fue difícil encontrarla y por suerte tenía que ver con uno de los temas que tenía en lista para escribir: Brattleboro, Vermont, Estados Unidos. Conozco este pueblo desde febrero de 1999, cuando fui a estudiar a School for International Training, una escuela de postgrado pequeñita y amigable, en medio de las colinas। Al seguir visitándola a lo largo de los años, he podido conocer un lado de Estados Unidos que por lo general pasa desapercibido en los medios masivos: los pueblos rurales, tranquilos y casi enteramente "blancos" y en los cuales el estilo campesino va mezclado gratamente con un elevado nivel educativo.

La foto tiene que ver con un festival anual, llamado "Strolling of the Heifers", algo así como "Paseo de novillos". Un amigo me dijo algo así como: Si los de Pamplona pueden tener su San Fermín, por qué nosotros no este festival". Y de hecho, sería difícil imaginarse un San Fermín en Brattleboro. No conozco Pamplona, pero mi poco tiempo en España me hizo percibir un alto grado de intensidad en su gente, difícil de explicar. Brattleboro, por el contrario, parece tranquilo, pacífico, amigable, tanto que probablemente muchos de mis amigos limeños se aburrirían muy rápidamente viviendo ahí. El festival es un homenaje a la tradición de familias granjeras, específicamente ganaderas de la localidad y por ese motivo, la gente suele vestirse con motivos vinculados al tema. Esta mujer, disfrazada de ubre, me dió el exacto tono rosado que necesito para el concurso.

jueves, 25 de octubre de 2007

Visa por diez horas

Era el primer viaje internacional en el que pasaba por los Estados Unidos. De hecho, era sólo mi segundo viaje internacional, y el primero después de diez largos años. En esa época todavía era posible optar por quedarse en la zona de tránsito y evitar el trámite de sacar una visa de turismo. Pero por supuesto, yo no quería pasar mis primeras diez horas en los yunaites sentada en una banca del aeropuerto. Así que, con la seguridad que me daba mi ineludible interés de dejar ese suelo luego del período de tránsito entre un avión y otro, fui a sacar una visa de turista y la conseguí para los próximos diez años que están ahora por concluir.

Por supuesto, mi vida estuvo tan agitada los días previos al viaje y yo era tan poco experimentada en los avatares de los viajes internacionales que no hice ninguna averiguación previa que me diera información para desenvolverme en esas diez horas. Quizás por eso no tuve ninguna angustia y todo me salió a pedir de boca.

No sé por qué asocié Los Ángeles con UCLA. No me interesaban para nada los tours en Hollywood. Quería saber cómo era una ciudad universitaria en Estados Unidos y esa era la única universidad en Los Ángeles de la que había oído decir algo. Así que resolví guardar todo lo que no necesitaba de mi equipaje de mano en un locker del aeropuerto, salir con mi bolso de mano casi vacío, preguntar las direcciones en la ventanilla de información, coger un mapa y tomarme un bus para UCLA. Acostumbrada a los campus universitarios limeños, quedé de una pieza al descubrir lo inmensas que suelen ser las universidades por esos lares. Son, en realidad, ciudades universitarias como su nombre lo indica.


Asombrada y entusiasmada, di vueltas por el campus, visité la librería y compré varios libros que hasta ahora me acompañan, leí ávidamente las pizarras llenas de todo tipo de información. Teniendo reciente la experiencia del Diploma de Estudios de Género en la PUC, fui entusiasmada en búsqueda de el centro para estudiantes mujeres (hoy, con el paso del tiempo, centro para mujeres y varones) en el que encontré una variedad de servicios e información que raramente se podría esperar aún ahora en ninguna de las universidades peruanas, a despecho de que los cursos sobre género no sean ya tan extraños. Entre tanta información, encontré que en la tarde se iba a realizar una conferencia de Joan Scott sobre Género en la Educación Superior (su texto "El género, una categoría útil para el análisis histórico" había sido LA lectura básica en el diploma), y por supuesto, yo no podía perderme de verla en vivo y en directo, aun cuando dudaba que entendiera algo de lo que iba a decir. No sólo entendí sino que me atreví a hacer preguntas.

Al final, mientras salía, entablé conversación con una profesora de música de UCLA que también había atendido la conferencia. Me preguntó qué hacía por ahí y mientras yo le contaba entusiasmada cómo había pasado el día y el viaje al otro lado del mundo que me esperaba, me invitó a comer a un restaurante de comida coreana y luego me llevó al aeropuerto.

Fueron unas diez intensas horas que me dejaron marcada para viajar y atreverme a experimentar lo más posible. Y estos últimos diez años han sido una permanente confirmación de lo acertado de esa experiencia.